miércoles, 27 de junio de 2018

Despedida y cierre


Cada jueves, como si de una nave se tratara, al final de la clase, según voy echando la llave a los armarios, suelo repetir cierren puertas y rampas. Pero esta vez dejaré la llave abajo.

Octubre de 1998, en los barracones metálicos donde entonces se ubicaba la Universidad Popular, ahí empecé, ahí empezamos, porque algunos de vosotros ya estuvo en esa primera clase y en ese comienzo precario, sin más herramientas que unas tablas y unos sargentos. Encuadernación de supervivencia, lo calificó una mujer que decidió no volver.  Y eso que yo os lo presenté casi como una ventaja: de ese modo, podríais trabajar en casa, viendo que era posible construir un libro con muy poco.  Dos meses antes yo había estado probando todo lo que os iba a enseñar, porque nunca había trabajado sin prensas ni cizalla. Qué susto.

En estos veinte años, seguro que os he enseñado algo de encuadernación;  bastante, poco, mucho, suficiente, apenas, cada cual ponga el adverbio que crea conveniente. Yo he aprendido muchísimo de vosotros; también de encuadernación.  Cada libro nuevo, cada decoración diferente, me ha permitido darle vueltas y buscar modos y soluciones, que es lo que más me gusta.  Me he divertido mucho también. Es una  fuente de riqueza el tiempo compartido con quienes tienen un interés  o afición común, en este caso los libros. Bueno, los libros, las cajas, los papeles, los materiales, y si me apuras, las torrijas. 

Querría haberos transmitido la idea de que ningún libro sea un trámite. Que no hay prisa, que tenemos toda la vida por delante y no importa complicar un poco el proceso. Que incluso a la chifla se le coge el punto y sirve como terapia ocupacional.

 Me ha encantado conoceros.

En fin. Aquí lo dejo.

Puertas y rampas. Este vuelo es más largo. Esperemos que sirvan un refrigerio.